domingo, 31 de marzo de 2013

Sri Lanka capital, Colombo



Acabamos de llegar a Sri Lanka, a las 5 y media de la mañana, con un Jet Lag importante y sin haber pegado ojo en el avión. Cometimos nuevamente el error de comprar un billete con Alitalia, después de la mala experiencia en el viaje a Canadá, pero confiando en que esta vez fuera diferente, y sobretodo porque el precio de los vuelos era netamente inferior. Sin embargo no tardaron en volver a sorprendernos al cambiar nuestro vuelo por otro a la misma hora de la compañía Sri Lanka airlines, que según ellos es la compañía de bandera del país. Y lo cierto es que los aviones, pese a ser antiguos, mantienen un cierto nivel de modernidad, sin embargo los asientos son de plástico duro como los del tren de cercanías y recubiertos por una goma espuma que al minuto 30 de vuelo se ha resbalado y tienes que agarrarte con la punta de los dedos de los pies a la alfombra para no caerte hacia adelante. Y así 9 horas, con el aire acondicionado a tope, claro.

Llegados a Colombo, la capital, la bofetada de calor te deja todavía mas desorientado. Pasamos de los bajo cero de Londres estos días pasados a los 29 o 30 grados a la sombra y con un 100% de humedad.

Eso no lo resiste nadie, y en cuanto hemos llegado al hotel nos hemos echado un siesta de campeones hasta el medio día. Bueno, en realidad no es un hotel, estamos en un guesthouse en las afueras de Colombo, que es como una casa de huéspedes, pero tenemos baño propio en la habitación y aunque la cama esta hecha con unos listones de madera y un mini colchón de escasos 10 centímetros hemos descansado fenomenal, y puesto que solo vamos a estar un día merece la pena ahorrar en esto. La habitación nos ha costado 30 dolares la noche y por 400 rupias (3 euros mas) puedes ir al centro en tuk tuk.

A eso de la una hemos decidido ir a dar una vuelta por el mercado de Pettha, justo al lado del famoso barrio de Fort que se considera el centro de Colombo.

No hemos visto ni una sola persona blanquita en las cerca de 2 horas que hemos pasado a la solana del mercado. Todos los que se cruzaban con nosotros, sin excepción, querían hablarnos, vendernos algo, tocarnos o simplemente se quedaban con la boca abierta o nos señalaban. 


Algunos nos mostraban sus brazos para comparar el color, porque aquí hasta Myriam parece pálida en comparación. Nunca había sentido este agobio tan presente, pero se ve que no mucha gente que viene a Sri Lanka de turismo se decide a visitar los mercados locales de su capital.

Mi primera impresión de los lugareños es que son unos comerciantes natos cuyo deporte extraoficial favorito se ha convertido en timar a los turistas. Disfrutan de intentar echarte un pulso a ver el máximo que te pueden sacar por cualquier cosa. 10 céntimos extra por una botella de agua por entrar el en la tienda a pedirla en lugar de decirnos donde comprarla, el viejo truco de no tengo cambio y cualquier persona que preguntes por los alrededores no te va a cambiar, así que mejor se queda las vueltas, taxis y tuk tuk que te dan mil vueltas si pones el taxímetro pero si no lo utilizas te cobran un precio desorbitado....

Eso si, todo con una sonrisa de dientes brillantes y ojos pillos, y un ligero meneo de cabeza que balancea de un lado a otro, como los perritos de las bandejas de atrás de los coches, que mueven la cabeza a los lados, y no sabes realmente si quiere decir que sí, que no o todo lo contrario.

Físicamente se parecen a los indios, pero son mas tostados de piel y algunas mujeres se dejan crecer el pelo no se lo cortan nunca porque lo llevan por los tobillos. La mayoría son bellísimas, sobre todo de jóvenes, pero supongo que nos pasa a todos...

Después del mercado hemos ido a la playa a ver atardecer. En una gran explanada de hierba se mezclaba la gente paseando, los fakires tragasables (que ahora lo hacen con tubos fluorescentes de luz), los puestos ambulantes de comida y helados, con las familias de distintas religiones, compartiendo la tarde del domingo y viendo jugar a sus hijos, volando cometas y bañándose vestidos en las orillas del mar, más por pudor o incluso desconocimiento del deporte del nado mas allá de donde se hace pie, que por precepto religioso.


A escasos metros unos centenares de cristianos celebraban la resurrección de cristo bajo una de las puestas de sol preciosa, sin ningún tipo de problema con los musulmanes, budistas e hindúes que compartían el mismo espacio y en una paz y tolerancia que solo he visto en algunos países asiáticos.
Allí habían montado un escenario, megafonía, conciertos... y mientras el resto de la gente se bañaba a escasos metros o disfrutaba de los últimos rayos del sol.



Nosotros no nos hemos quedado mucho mas tiempo y hemos decidido volver al hotel a descansar que mañana toca madrugar y conducir por el lado que no es.